Manuel González García (Sevilla, 25 de febrero de 1877 - Madrid, 4 de enero de 1940) Obispo español, conocido como El Apóstol de los Sagrarios Abandonados, u Obispo del Sagrario abandonado.
Nació en el seno de una familia humilde y religiosa, en la calle Vidrio número 22, de la parroquia de San Bartolomé. Sus padres eran originarios de Antequera (Málaga) Su padre Martín González Lara fue carpintero y su madre Antonia García se ocupaba de la familia y el hogar. Tuvo 4 hermanos.
Ingresó en el Colegio San Miguel, de Sevilla, donde se formaban los niños de coro de la Giralda. Antes de los diez años era uno de los seises de la Catedral de Sevilla, grupo de niños de coro que bailaban y cantaban al Santísimo en las solemnidades del Corpus Christi y de la Inmaculada. Consolidándose su amor a la Eucaristía y a María Santísima.
Seminarista a los doce, tiene calificación sobresaliente en todos los cursos y en todas las asignaturas. Fueron quince años de estudios, hasta llegar al doctorado en Teología y la licenciatura en Derecho Canónico.
Fue ordenado sacerdote por el Beato Cardenal Spínola, en 1901. Celebra su primera misa el 29 de septiembre de 1901, en la iglesia de la Santísima Trinidad, consagrada a María Auxiliadora, a la que siempre se encomendó como mediadora.
En 1902 fue enviado, por el arzobispo de Sevilla, a Palomares del Río (Sevilla) para predicar una misión; ignorado por las autoridades, se dirigió a la iglesia, la cual encontró sucia y abandonada. De rodillas, ante el Sagrario abandonado, ante Jesús Sacramentado, Manuel González pensó en la cantidad de Sagrarios abandonados que habría en el mundo, recibiendo la gracia carismática que transformó su vida y orientó sus Obras Eucarísticas.
Su primer cargo fue como capellán de la Residencia de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres de Sevilla.
El 1 de marzo de 1902 fue nombrado párroco de parroquia de San Pedro de Huelva, y desde el 9 de marzo, se hizo cargo. Durante 11 años vivió allí, hasta que fue preconizado Obispo Auxiliar de Málaga. En esta ciudad es conocido como «El Arcipreste de Huelva».
El 6 de diciembre de 1915 el Papa Benedicto XV, le nombró Obispo Auxiliar de Málaga, y al morir el obispo residencial, fue designado administrador apostólico y después obispo residencial de la misma Diócesis de Málaga. La noche del 11 de mayo de 1931 una masa de gente azuzada, incendia el Palacio Episcopal de Málaga y reduce a cenizas los tesoros archivísticos, artísticos y documentales, así como los de la mayoría de los templos y conventos de Málaga. El obispo sale in-extremis por una puerta trasera del edificio en llamas. Fueron descubiertos por los incendiarios, arrojaron de su casa al señor obispo, y le expulsaron de esta ciudad, a la que jamás volvería. Se refugia en Gibraltar, donde le da acogida el Obispo local, Monseñor Richard Fitzgerald, un 13 de junio de 1931. Desde 1932, rigió la Diócesis de Málaga desde Madrid.
El 5 de agosto de 1935 el Papa Pío XI, lo nombró obispo de Palencia. Son los cinco últimos años de su vida, Es ahí en donde conoce, en el Monasterio de San Isidro de Dueñas, al Beato Hermano Rafael. Todavía encuentra tiempo para crear su última publicación periódica, la revista infantil Reine desde su nueva sede diocesana.
Falleció en el Sanatorio del Rosario, en la ciudad de Madrid, el 4 de enero de 1940. Y sepultado en la Catedral de Palencia en la Capilla del Santísimo en donde reposan sus restos mortales bajo la inscripción sepulcral que él mismo dictó:
«Pido ser enterrado junto a un Sagrario,
para que mis huesos, después de muerto,
como mi lengua y mi pluma en vida,
estén siempre diciendo a los que pasen:
¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está!
para que mis huesos, después de muerto,
como mi lengua y mi pluma en vida,
estén siempre diciendo a los que pasen:
¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está!
¡No lo dejéis abandonado!».
Beatificación
- Aprobación del milagro atribuido a su intercesión, el 20 de diciembre de 1999, por el Papa Juan Pablo II.
- Milagro: El milagro tuvo lugar en el pueblo de Requena de Campos (Palencia), en diciembre de 1953 y en la persona de Sara Ruiz Ortega, que entonces tenía 18 años. Estaba deshauciada por los médicos a causa de una grave peritonitis tuberculosa, que la había dejado paralítica. Un sacerdote fue por su reliquia a la casa de Nazaret de Palencia e hizo que se la pusieran bajo la almohada, sin que ella lo supiera, y comenzaron una novena de oración a Dios por la intercesión. A partir de ese momento, y de forma absolutamente inexplicable para la ciencia médica, se produjo un cambio brusco y radical en el estado de la enferma que, pocos días después, tras cinco años de gravísima enfermedad, se levantaba y hacía vida normal.
- Tuvo lugar en Roma, y fue beatificado junto a otros cuatro beatos (Carlos Manuel Cecilio Rodríguez Santiago, laico; María Ana Blondin, virgen, fundadora de la congregación de las Hermanas de Santa Ana; Catalina Volpicelli, virgen, fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón; y Catalina Cittadini, virgen, fundadora de las Hermanas Ursulinas de Somasca). Asistieron los protagonistas del milagro que ha permitido su beatificación, sobrinos del beato, obispos, sacerdotes y seminaristas; más de 200 Misioneras Eucarísticas de Nazaret, miembros de las distintas ramas del movimiento de laicos, laicas consagradas, y representación del Gobierno de España, Juan José Lucas Giménez, como Ministro de la Presidencia, etc.
- Palabras del Papa Juan Pablo II en la homilía de la misa de beatificación "Aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor"" (Jn 21, 7). En el evangelio hemos escuchado, ante el milagro realizado, que un discípulo reconoce a Jesús. También los otros lo harán después. El pasaje evangélico, al presentarnos a Jesús que "se acerca, toma el pan y se lo da" (Jn 21, 13), nos señala cómo y cuándo podemos encontrarnos con Cristo resucitado: en la Eucaristía, donde Jesús está realmente presente bajo las especies de pan y de vino. Sería triste que esa presencia amorosa del Salvador, después de tanto tiempo, fuera aún desconocida por la humanidad.
Esa fue la gran pasión del nuevo beato Manuel González García, obispo de Málaga y después de Palencia. La experiencia vivida en Palomares del Río ante un sagrario abandonado le marcó para toda su vida, dedicándose desde entonces a propagar la devoción a la Eucaristía, y proclamando la frase que después quiso que fuera su epitafio: "¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejéis abandonado!". Fundador de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, el beato Manuel González es un modelo de fe eucarística, cuyo ejemplo sigue hablando a la Iglesia de hoy.
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